Foto: Revista OVD Week (OVD Sport) |
Es decir, vender más porciones del pastel carbayón. Tras una enorme movilización y demostrando que aun mantiene gran parte del aura de aquél que fue grande, el club ha conseguido los dos millones de euros que necesitaba, multimillonario extranjero mediante, para garantizar su supervivencia.
Pero hubo una época en que desde Vetusta no sólo llegaban noticias sobre la situación económica de un club de fútbol de Segunda División B. Hace no tantos años, el equipo se codeaba con la élite del país e incluso se atrevía a hacer sus pinitos por Europa. Uno de los nombres propios de aquel período dorado fue el estilista eslavo Petr Dubovsky.
El delantero, nacido en la vieja Checoslovaquia, llego a España acreditando el premio de máximo goleador del campeonato nacional durante dos temporadas consecutivas y con la vitola de mejor futbolista patrio. Sin embargo, el club que puso sus ojos en él, el Real Madrid, puede no ser el aparador ideal para un futbolista extranjero que no habla el idioma. Como a tantos otros, la falta de adaptación y oportunidades y la magnitud del reto que tenía delante propiciaron que pasara por Chamartín sin pena ni gloria.
Dos temporadas después, en 1995, Dubovsky, cansado de vivir a la sombra de Iván Zamorano, cogió las maletas, enfiló la A6 y puso rumbo a Oviedo. En Asturias formó parte de una de las escuadras más recordadas por la afición. El eslovaco compartió vestuario con futbolistas como los portugueses
Paulo Bento y Abel Xavier, el panameño Dely Valdés, el ucraniano Onopko y los españoles Oli, Maqueda e Iván Iglesias – este último recordado popularmente por anotar el definitivo 5-0 en el Barça - Madrid de la cola de vaca de Romário-.
En el conjunto carbayón sí que pudo desplegar todo su potencial pese a que, por su estilo de juego, siempre pareció que pudo dar un poco más de lo que ofreció. Dubosvsky era de esos profesionales que deciden que día toca mancharse el pantalón de barro y que día pueden marcharse a casa prácticamente sin pasar por la ducha. Su “zurda de pólvora y seda” como la describió el periodista gijonés Rafael Quirós era capaz de encantar al más zafío de los balones con sus caricias para posteriormente bombardear la portería rival sin piedad alguna. Además, poseía un gran golpeo de cabeza que, combinado con su envergadura, le hacía un gran rematador.
Fue con el técnico Juanma Lillo con quien el eslovaco se mostró en todo su esplendor. El entrenador guipuzcoano lo definió en su momento como un futbolista “tan tímido, tan tímido, que no quería demostrar su carácter humilde”. Y eso que su relación no empezó del todo bien. Cuentan Lillo que, en su primera reunión, le habló “más duro que había hablado nunca a nadie. Le destrocé el primer día. Me llegan a decir a mí lo que le dije y le sacudo un guantazo o le denuncio a la Guardia Civil”. Sin embargo, Dubovsky valoraba la sinceridad y, pese a aguantar largas dosis de banquillo, llegó a considerar a su superior como un amigo.
Se ganó el corazón de la gente
Tras la marcha de Lillo, el delantero siguió ganándose el corazón de la afición ovetense año a año. Especialmente recordada es su actuación frente a la Unión Deportiva Las Palmas en el playoff de permanencia de la temporada 97/98 que enfrentó al tercer clasificado de Segunda División contra el antepenúltimo de Primera. El viejo Carlos Tartiere, que no tenía muchos motivos para el optimismo puesto que su equipo había perdido ocho de los últimos nueve partidos de liga, se vistió de gala y Dubovsky sabía que esa noche no podía fallar. Para los más de 23.000 aficionados que abarrotaban el estadio regaló dos asistencias y varias cabalgadas sorteando rivales cual potro desbocado. Es también especialmente recordada la dureza con la que se emplearon el mítico Paqui Veza y un joven, y con pelo, Manuel Pablo. Este resultado permitió al Oviedo mantenerse un año más en la máxima categoría del fútbol español una temporada más.
Sin embargo, cuando parecía que iba a llegar a su madurez como futbolista una desdicha cascada se cruzó en su camino. El día 23 de junio del año 2000, cuando se encontraba junto con su pareja visitando los saltos de agua de la isla tailandesa de Ko Samui, Dubovsky resbaló desde lo más alto de ellas al vacío. La hemorragia cerebral fue la causante de su muerte. En la noche de San Juan las hogueras ardieron con menos fuerza en Oviedo, sin la llama de el 10 que tantas alegrías había dado a una afición que le adoraba.
Casualidad o no, la temporada posterior a la muerte del eslovaco, el club carbayón descendió a Segunda División. Su excompañero Iván Ania afirmó que “la pérdida de Dubovsky fue enorme, posiblemente el Oviedo no hubiera descendido el año siguiente con él en el campo. El periodista británico, y seguidor del conjunto asturiano, Sid Lowe coincide con el español apuntando que “su muerte, por edad, como se produjo y por todo lo que representaba fue una tragedia muy difícil de digerir”.
Su dorsal quedó vacante la siguiente temporada, y las buenas noticias durante muchas. Tras su muerte, descensos y amagos de desaparición la afición ovetense hacía tiempo que no tenía grandes motivos para la sonrisa. El éxito de la ampliación de capital ha sido el primero. Quizás dentro de pocos años, otro ‘10’ vuelva a ilusionar al Nuevo Carlos Tartiere y despertando admiración por las principales plazas de la Primera División Española de la misma forma que lo hizo Petr.
Carlos Huguet / El Diario Fenix
Pero hubo una época en que desde Vetusta no sólo llegaban noticias sobre la situación económica de un club de fútbol de Segunda División B. Hace no tantos años, el equipo se codeaba con la élite del país e incluso se atrevía a hacer sus pinitos por Europa. Uno de los nombres propios de aquel período dorado fue el estilista eslavo Petr Dubovsky.
El delantero, nacido en la vieja Checoslovaquia, llego a España acreditando el premio de máximo goleador del campeonato nacional durante dos temporadas consecutivas y con la vitola de mejor futbolista patrio. Sin embargo, el club que puso sus ojos en él, el Real Madrid, puede no ser el aparador ideal para un futbolista extranjero que no habla el idioma. Como a tantos otros, la falta de adaptación y oportunidades y la magnitud del reto que tenía delante propiciaron que pasara por Chamartín sin pena ni gloria.
Dos temporadas después, en 1995, Dubovsky, cansado de vivir a la sombra de Iván Zamorano, cogió las maletas, enfiló la A6 y puso rumbo a Oviedo. En Asturias formó parte de una de las escuadras más recordadas por la afición. El eslovaco compartió vestuario con futbolistas como los portugueses
Foto: Revista OVD Week (OVD Sport) |
En el conjunto carbayón sí que pudo desplegar todo su potencial pese a que, por su estilo de juego, siempre pareció que pudo dar un poco más de lo que ofreció. Dubosvsky era de esos profesionales que deciden que día toca mancharse el pantalón de barro y que día pueden marcharse a casa prácticamente sin pasar por la ducha. Su “zurda de pólvora y seda” como la describió el periodista gijonés Rafael Quirós era capaz de encantar al más zafío de los balones con sus caricias para posteriormente bombardear la portería rival sin piedad alguna. Además, poseía un gran golpeo de cabeza que, combinado con su envergadura, le hacía un gran rematador.
Fue con el técnico Juanma Lillo con quien el eslovaco se mostró en todo su esplendor. El entrenador guipuzcoano lo definió en su momento como un futbolista “tan tímido, tan tímido, que no quería demostrar su carácter humilde”. Y eso que su relación no empezó del todo bien. Cuentan Lillo que, en su primera reunión, le habló “más duro que había hablado nunca a nadie. Le destrocé el primer día. Me llegan a decir a mí lo que le dije y le sacudo un guantazo o le denuncio a la Guardia Civil”. Sin embargo, Dubovsky valoraba la sinceridad y, pese a aguantar largas dosis de banquillo, llegó a considerar a su superior como un amigo.
Se ganó el corazón de la gente
Foto: Revista OVD Week (OVD Sport) |
Sin embargo, cuando parecía que iba a llegar a su madurez como futbolista una desdicha cascada se cruzó en su camino. El día 23 de junio del año 2000, cuando se encontraba junto con su pareja visitando los saltos de agua de la isla tailandesa de Ko Samui, Dubovsky resbaló desde lo más alto de ellas al vacío. La hemorragia cerebral fue la causante de su muerte. En la noche de San Juan las hogueras ardieron con menos fuerza en Oviedo, sin la llama de el 10 que tantas alegrías había dado a una afición que le adoraba.
Foto: Revista OVD Week (OVD Sport) |
Su dorsal quedó vacante la siguiente temporada, y las buenas noticias durante muchas. Tras su muerte, descensos y amagos de desaparición la afición ovetense hacía tiempo que no tenía grandes motivos para la sonrisa. El éxito de la ampliación de capital ha sido el primero. Quizás dentro de pocos años, otro ‘10’ vuelva a ilusionar al Nuevo Carlos Tartiere y despertando admiración por las principales plazas de la Primera División Española de la misma forma que lo hizo Petr.
Carlos Huguet / El Diario Fenix
No hay comentarios:
Publicar un comentario