Foto: La nueva España |
CD Guijuelo: Wilfred; Gago (Rubén Peña, minuto 38), Martínez, Jonathan, Razvan; Garban, Moreno, Valero, Manu Moreira (Ballesteros, minuto 60); Pino (De la Mota, minuto 86) y Chuchi
Real Oviedo: Orlando Quintana; Álvaro, Pardo, David Fernández, Sergio Rodríguez; Susaeta, Salva Rivas, Héctor Simón (Alain Arroyo, minuto 76), Sergio García (Iván Rubio, minuto 70); Annunziata (Señé, minuto 80) y Diego Cervero
Árbitro: Del Olmo Codes (comité Andaluz). Amarilla a los locales Chuchi, De la Mota, Moreno y Pino y a los visitantes Sergio Rodríguez y Annunziata
Goles: 0-1, minuto 28: Susaeta; 1-1, minuto 73: Ballesteros; 2-1, minuto 79: Pino
Incidencias: Municipal de Guijuelo, 700 espectadores.
El Oviedo salió metido en el partido algo que se pudo comprobar desde los primeros latidos. Álvaro se aventuró en el área cuando apenas se había cumplido el segundo minuto de juego y cayó al suelo tras un encontronazo con un defensa rival. El árbitro no advirtió señales de penalti en la acción.
Granero dibujó sobre el sintético de Guijuelo el sistema habitual con la novedad de Sergio García en la banda izquierda, aprovechando la ausencia de Eneko. Los precedentes apuntaban a que el césped sintético condicionaría el juego y que esperar jugadas elaboradas era considerado una pérdida de tiempo. Los juicios previos se fueron a la basura con los primeros balones en poder de los metas.
Guijuelo y Oviedo apostaron desde el principio por rasear el juego. Defendieron, de paso, que el balón siempre rueda, independientemente de la superficie sobre la que lo haga. Los equipos que se refugian en un cambio de estilo cuando visitan campos de césped sintético pretenden obviar las leyes físicas. Del asentamiento inicial pareció reforzado el Oviedo, que frecuentó el área de Wilfred.
Sergio Rodríguez lo intentó con una volea plástica, y David Fernández, en un balón suelto en el área. Los dos, tras acciones de estrategia. La réplica del Guijuelo llegó en una jugada de la misma naturaleza. Orlando desvió con una mano providencial el remate de Jona. Las sacudidas iniciales precedieron a la primera estocada.
Al borde del descanso, el Oviedo se encontró los semáforos abiertos. Todo comenzó en Héctor Simón, encargado de agilizar el tráfico con un envío preciso a la espalda de la defensa local. Sergio García, el oviedista de más cilindrada, recogió la invitación a la carrera y a su entrada en el área tuvo la pausa suficiente para ceder la pelota al otro lado, donde Susaeta empujó a la red. El Oviedo tenía entonces el aspecto del líder ambicioso.
El paso por la caseta hizo que los de Granero variaran ligeramente su propuesta. El Oviedo dió un paso atrás. Quizás estrategia para dañar a la contra, quizás por el empuje de un buen Guijuelo, un conjunto para el que el partido fue una ocasión de oro para reinvidocar su forma de hacer las cosas: atractiva y efectiva.
Los azules descargaron su arsenal en cinco minutos: Pardo lanzó una falta lejana que Wilfred repelió con problemas, Cervero cabeceó un buen centro de Sergio Rodríguez arriba y el portero local volvió a aparecer para detener un testarazo de Álvaro. El Oviedo había gastado su munición sin premio y el Guijuelo se preparó para descargar la suya.
El primer gol llegó de un cúmulo de errores difícilmente explicables. Todo parte con el Oviedo viviendo demasiado cerca del área de Orlando. Solo eso explica que el portero rival cuelgue una pelota al área desde muy lejos de su marco. El balón cayó en territorio de riesgo con los efectos extraños que le añade el caucho y creó una serie de rebotes que sólo Ballesteros, delantero local, supo interpretar. Así fue el empate.
Sin tiempo para identificar el dolor, otro balón sin más historia provocó un lío de aúpa en la defensa azul. Esta vez fue Pino el que hizo sangre del desaguisado para darle la vuelta al partido. Intentó Granero un cambio de rumbo con la aportación del banquillo. Iván Rubio esuvo cerca de igualar pero regresó Wilfred a escena para desviar su disparo. Señé y Alain dieron más mordiente pero al Oviedo le faltó algo más. La fe que profesaban los jugadores locales, por ejemplo.
La derrota es de las que escuecen pero no de las que hacen plantearse cuestiones trascendentales. El Oviedo cae en uno de los partidos con más presencia ofensiva que se recuerda, pero debe aprender una sabia lección: en Segunda B no basta con ser mejor en el cómputo general del partido, también hay que ser dominador de los momentos puntuales. Esos que pueden cambiar la suerte. El aprendizaje exprés tiene como coste para el Oviedo caer del liderato.
Real Oviedo: Orlando Quintana; Álvaro, Pardo, David Fernández, Sergio Rodríguez; Susaeta, Salva Rivas, Héctor Simón (Alain Arroyo, minuto 76), Sergio García (Iván Rubio, minuto 70); Annunziata (Señé, minuto 80) y Diego Cervero
Árbitro: Del Olmo Codes (comité Andaluz). Amarilla a los locales Chuchi, De la Mota, Moreno y Pino y a los visitantes Sergio Rodríguez y Annunziata
Goles: 0-1, minuto 28: Susaeta; 1-1, minuto 73: Ballesteros; 2-1, minuto 79: Pino
Incidencias: Municipal de Guijuelo, 700 espectadores.
El Oviedo salió metido en el partido algo que se pudo comprobar desde los primeros latidos. Álvaro se aventuró en el área cuando apenas se había cumplido el segundo minuto de juego y cayó al suelo tras un encontronazo con un defensa rival. El árbitro no advirtió señales de penalti en la acción.
Granero dibujó sobre el sintético de Guijuelo el sistema habitual con la novedad de Sergio García en la banda izquierda, aprovechando la ausencia de Eneko. Los precedentes apuntaban a que el césped sintético condicionaría el juego y que esperar jugadas elaboradas era considerado una pérdida de tiempo. Los juicios previos se fueron a la basura con los primeros balones en poder de los metas.
Guijuelo y Oviedo apostaron desde el principio por rasear el juego. Defendieron, de paso, que el balón siempre rueda, independientemente de la superficie sobre la que lo haga. Los equipos que se refugian en un cambio de estilo cuando visitan campos de césped sintético pretenden obviar las leyes físicas. Del asentamiento inicial pareció reforzado el Oviedo, que frecuentó el área de Wilfred.
Sergio Rodríguez lo intentó con una volea plástica, y David Fernández, en un balón suelto en el área. Los dos, tras acciones de estrategia. La réplica del Guijuelo llegó en una jugada de la misma naturaleza. Orlando desvió con una mano providencial el remate de Jona. Las sacudidas iniciales precedieron a la primera estocada.
Al borde del descanso, el Oviedo se encontró los semáforos abiertos. Todo comenzó en Héctor Simón, encargado de agilizar el tráfico con un envío preciso a la espalda de la defensa local. Sergio García, el oviedista de más cilindrada, recogió la invitación a la carrera y a su entrada en el área tuvo la pausa suficiente para ceder la pelota al otro lado, donde Susaeta empujó a la red. El Oviedo tenía entonces el aspecto del líder ambicioso.
El paso por la caseta hizo que los de Granero variaran ligeramente su propuesta. El Oviedo dió un paso atrás. Quizás estrategia para dañar a la contra, quizás por el empuje de un buen Guijuelo, un conjunto para el que el partido fue una ocasión de oro para reinvidocar su forma de hacer las cosas: atractiva y efectiva.
Los azules descargaron su arsenal en cinco minutos: Pardo lanzó una falta lejana que Wilfred repelió con problemas, Cervero cabeceó un buen centro de Sergio Rodríguez arriba y el portero local volvió a aparecer para detener un testarazo de Álvaro. El Oviedo había gastado su munición sin premio y el Guijuelo se preparó para descargar la suya.
El primer gol llegó de un cúmulo de errores difícilmente explicables. Todo parte con el Oviedo viviendo demasiado cerca del área de Orlando. Solo eso explica que el portero rival cuelgue una pelota al área desde muy lejos de su marco. El balón cayó en territorio de riesgo con los efectos extraños que le añade el caucho y creó una serie de rebotes que sólo Ballesteros, delantero local, supo interpretar. Así fue el empate.
Sin tiempo para identificar el dolor, otro balón sin más historia provocó un lío de aúpa en la defensa azul. Esta vez fue Pino el que hizo sangre del desaguisado para darle la vuelta al partido. Intentó Granero un cambio de rumbo con la aportación del banquillo. Iván Rubio esuvo cerca de igualar pero regresó Wilfred a escena para desviar su disparo. Señé y Alain dieron más mordiente pero al Oviedo le faltó algo más. La fe que profesaban los jugadores locales, por ejemplo.
La derrota es de las que escuecen pero no de las que hacen plantearse cuestiones trascendentales. El Oviedo cae en uno de los partidos con más presencia ofensiva que se recuerda, pero debe aprender una sabia lección: en Segunda B no basta con ser mejor en el cómputo general del partido, también hay que ser dominador de los momentos puntuales. Esos que pueden cambiar la suerte. El aprendizaje exprés tiene como coste para el Oviedo caer del liderato.
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