martes, 15 de mayo de 2012

¿Y ahora que?

Foto: La nueva España
La pregunta asaltó a cientos de oviedistas cuando el colegiado señaló el final del partido en Matapiñonera. El Oviedo cerraba la temporada en la sexta posición, lejos del objetivo mínimo para un club de su peso histórico y presupuesto. Un sonoro fracaso no sólo para los románticos anclados emocionalmente en etapas más lustrosas. Pero lo más inquietante viene ahora. Sin base económica sólida, sometido a los bandazos de un presidente desaparecido y un vicepresidente superado por las circunstancias, enfrentado a las instituciones públicas que antes le daba cobijo, el Oviedo navega a la deriva a un final que ni sus dirigentes conocen.

Alberto González y Ángel Martín Vaca siguen al mando. Han pasado 16 meses desde que el presidente anunciara el fin de Control Sport en el accionariado del club. 16 meses en los que las únicas novedades han sido nuevos incumplimientos de pagos, la devaluación de la imagen de un club histórico y un sonoro fracaso deportivo. Otro más. Además, a González y Vaca les ha dado tiempo a poner en contra al Ayuntamiento de Oviedo, segundo máximo accionista y sustento del club en los últimos años.

Con el futuro económico pendiendo de un hilo, el Oviedo se convierte ahora en una sucesión de nombres, de actores responsables de la actual situación crítica para los que el futuro se presenta con más incógnitas que nunca. Alberto González, el jefe de la nave, sigue emigrado a México. El presidente y máximo accionista de la entidad lleva varios meses alejado de la actualidad del club. Sus problemas profesionales y personales -pesa sobre él una condena a dos años de cárcel por fraude fiscal y aún no ha comenzado a pagar las deudas económicas derivadas de la sentencia- le mantienen lejos de la ciudad.

Desde finales de 2011, la gestión quedó en manos de Ángel Martín Vaca. El vicepresidente intentó desde el primer momento vender la idea de que el club sería más conciliador con él al mando. Ni las peñas, ni los medios, ni la afición han pasado por el aro y Martín Vaca ha sumido al club en el caos más absoluto. Impagos a profesionales, decisiones que restan afición en los momentos importantes y la sensación más evidente de inestabilidad adorna su currículo. En San Sebastián de los Reyes, Martín Vaca abandonó el palco diez minutos antes de que acabara el partido. El consejero pidió protección a la Policía ante las protestas de la afición azul y no dudó en dejar a Vili, gerente del club, sólo en el palco de Matapiñonera.

El sexto puesto final significa un nuevo batacazo en los planes del consejo de administración, pero también señala directamente a los responsables deportivos. En cualquier club del mundo, el entrenador y el director deportivo se convertirían inmediatamente en las víctimas de una temporada tan decepcionante. No en el Oviedo. No en un club descabezado en las que sus dirigentes están más pendientes de solventar sus situaciones personales que de buscar soluciones a un club que se hunde. Pero, a pesar del desgobierno, el papel de José Manuel Martínez y Pacheta queda en entredicho.
Pacheta fue el que vivió en sus carnes la ira de la afición. Al acabar el partido, algunos seguidores del Oviedo le esperaron al grito de «¡Fracaso!». Sus últimas intervenciones públicas en las que ponía en duda la calidad de la plantilla no han sentado bien entre el oviedismo. Pacheta tiene contrato hasta el 30 de junio y su futuro, como todo lo que rodea a la entidad, está en el aire. 

José Manuel Martínez es otro damnificado. El saldo del director deportivo en Segunda B es decepcionante. Después de tres temporadas en la categoría, el mérito de sus plantillas se reduce a una presencia en «play-off». El consejo reconoce haber configurado presupuestos irreales para buscar el ascenso a Segunda. Es decir, a José Manuel se le ha proporcionado un presupuesto por encima de las posibilidades para afrontar el ascenso. Sólo en una de las tres campañas el Oviedo ha logrado luchar realmente por ascender a Segunda. Nunca nadie ha amenazado su puesto de trabajo. El descontrol en la cúpula del club evita cualquier tipo de medida al respecto.

La decepción deportiva se consumó sobre el maltrecho césped de Matapiñonera, la económica viene gestándose desde más atrás. Los últimos años de gestión de Control Sport han dejado al Oviedo al borde del abismo. Bajo la etiqueta de club pagador, el Oviedo ha lucido fama en las negociaciones de las últimas campañas en Segunda B. Pero el año pasado ya comenzaron los síntomas de que la cosa estaba cambiando.

El Oviedo comenzó a retrasarse en los pagos y tuvo que hacer usos de pagarés para que los jugadores no denunciaran al club al final de temporada. No todos aceptaron. Perona rechazó la propuesta y el club tuvo que abonar la cantidad debida en el momento establecido en el contrato. En la presente temporada, la historia se ha vuelto a repetir. El club mantiene deudas con sus empleados correspondientes a los últimos tres meses. Para afrontar los retrasos se ha seguido una práctica similar a la del año pasado. El Oviedo trata de abonar los sueldos más bajos e ir cumpliendo sus obligaciones con pagos fraccionados.

Pero las deudas actuales no son las únicas que preocupan para la estabilidad del club. El Oviedo sigue sin cumplir sus obligaciones con los organismos públicos. La última orden de embargo de la Agencia Tributaria a la que tuvo acceso LA NUEVA ESPAÑA y que fue emitida el pasado 13 de abril dice que debe 862.327 euros. La cantidad adeudada, al menos, no ha crecido desde enero. En los últimos cuatro meses, el club ha logrado rebajar su deuda con la Agencia Tributaria en 55.096 euros.
Sin aportación alguna del Principado de Asturias, con la enemistad del Ayuntamiento y con una campaña de socios que cada año mengua, parece imposible la sostenibilidad económica del Oviedo.

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