Foto: La nueva España |
La pregunta asaltó a cientos de oviedistas cuando
el colegiado señaló el final del partido en Matapiñonera. El Oviedo
cerraba la temporada en la sexta posición, lejos del objetivo mínimo
para un club de su peso histórico y presupuesto. Un sonoro fracaso no
sólo para los románticos anclados emocionalmente en etapas más
lustrosas. Pero lo más inquietante viene ahora. Sin base económica
sólida, sometido a los bandazos de un presidente desaparecido y un
vicepresidente superado por las circunstancias, enfrentado a las
instituciones públicas que antes le daba cobijo, el Oviedo navega a la
deriva a un final que ni sus dirigentes conocen.
Alberto González y
Ángel Martín Vaca siguen al mando. Han pasado 16 meses desde que el
presidente anunciara el fin de Control Sport en el accionariado del
club. 16 meses en los que las únicas novedades han sido nuevos
incumplimientos de pagos, la devaluación de la imagen de un club
histórico y un sonoro fracaso deportivo. Otro más. Además, a González y
Vaca les ha dado tiempo a poner en contra al Ayuntamiento de Oviedo,
segundo máximo accionista y sustento del club en los últimos años.
Con
el futuro económico pendiendo de un hilo, el Oviedo se convierte ahora
en una sucesión de nombres, de actores responsables de la actual
situación crítica para los que el futuro se presenta con más incógnitas
que nunca. Alberto González, el jefe de la nave, sigue emigrado a
México. El presidente y máximo accionista de la entidad lleva varios
meses alejado de la actualidad del club. Sus problemas profesionales y
personales -pesa sobre él una condena a dos años de cárcel por fraude
fiscal y aún no ha comenzado a pagar las deudas económicas derivadas de
la sentencia- le mantienen lejos de la ciudad.
Desde finales de
2011, la gestión quedó en manos de Ángel Martín Vaca. El vicepresidente
intentó desde el primer momento vender la idea de que el club sería más
conciliador con él al mando. Ni las peñas, ni los medios, ni la afición
han pasado por el aro y Martín Vaca ha sumido al club en el caos más
absoluto. Impagos a profesionales, decisiones que restan afición en los
momentos importantes y la sensación más evidente de inestabilidad adorna
su currículo. En San Sebastián de los Reyes, Martín Vaca abandonó el
palco diez minutos antes de que acabara el partido. El consejero pidió
protección a la Policía ante las protestas de la afición azul y no dudó
en dejar a Vili, gerente del club, sólo en el palco de Matapiñonera.
El
sexto puesto final significa un nuevo batacazo en los planes del
consejo de administración, pero también señala directamente a los
responsables deportivos. En cualquier club del mundo, el entrenador y el
director deportivo se convertirían inmediatamente en las víctimas de
una temporada tan decepcionante. No en el Oviedo. No en un club
descabezado en las que sus dirigentes están más pendientes de solventar
sus situaciones personales que de buscar soluciones a un club que se
hunde. Pero, a pesar del desgobierno, el papel de José Manuel Martínez y
Pacheta queda en entredicho.
Pacheta fue el que vivió en sus
carnes la ira de la afición. Al acabar el partido, algunos seguidores
del Oviedo le esperaron al grito de «¡Fracaso!». Sus últimas
intervenciones públicas en las que ponía en duda la calidad de la
plantilla no han sentado bien entre el oviedismo. Pacheta tiene contrato
hasta el 30 de junio y su futuro, como todo lo que rodea a la entidad,
está en el aire.
José Manuel Martínez es otro damnificado. El
saldo del director deportivo en Segunda B es decepcionante. Después de
tres temporadas en la categoría, el mérito de sus plantillas se reduce a
una presencia en «play-off». El consejo reconoce haber configurado
presupuestos irreales para buscar el ascenso a Segunda. Es decir, a José
Manuel se le ha proporcionado un presupuesto por encima de las
posibilidades para afrontar el ascenso. Sólo en una de las tres campañas
el Oviedo ha logrado luchar realmente por ascender a Segunda. Nunca
nadie ha amenazado su puesto de trabajo. El descontrol en la cúpula del
club evita cualquier tipo de medida al respecto.
La decepción deportiva se consumó sobre el maltrecho césped de
Matapiñonera, la económica viene gestándose desde más atrás. Los últimos
años de gestión de Control Sport han dejado al Oviedo al borde del
abismo. Bajo la etiqueta de club pagador, el Oviedo ha lucido fama en
las negociaciones de las últimas campañas en Segunda B. Pero el año
pasado ya comenzaron los síntomas de que la cosa estaba cambiando.
El Oviedo comenzó a retrasarse en los pagos y tuvo que hacer usos de pagarés para que los jugadores no denunciaran al club al final de temporada. No todos aceptaron. Perona rechazó la propuesta y el club tuvo que abonar la cantidad debida en el momento establecido en el contrato. En la presente temporada, la historia se ha vuelto a repetir. El club mantiene deudas con sus empleados correspondientes a los últimos tres meses. Para afrontar los retrasos se ha seguido una práctica similar a la del año pasado. El Oviedo trata de abonar los sueldos más bajos e ir cumpliendo sus obligaciones con pagos fraccionados.
Pero las deudas actuales no son las únicas que preocupan para la estabilidad del club. El Oviedo sigue sin cumplir sus obligaciones con los organismos públicos. La última orden de embargo de la Agencia Tributaria a la que tuvo acceso LA NUEVA ESPAÑA y que fue emitida el pasado 13 de abril dice que debe 862.327 euros. La cantidad adeudada, al menos, no ha crecido desde enero. En los últimos cuatro meses, el club ha logrado rebajar su deuda con la Agencia Tributaria en 55.096 euros.
Sin aportación alguna del Principado de Asturias, con la enemistad del Ayuntamiento y con una campaña de socios que cada año mengua, parece imposible la sostenibilidad económica del Oviedo.
El Oviedo comenzó a retrasarse en los pagos y tuvo que hacer usos de pagarés para que los jugadores no denunciaran al club al final de temporada. No todos aceptaron. Perona rechazó la propuesta y el club tuvo que abonar la cantidad debida en el momento establecido en el contrato. En la presente temporada, la historia se ha vuelto a repetir. El club mantiene deudas con sus empleados correspondientes a los últimos tres meses. Para afrontar los retrasos se ha seguido una práctica similar a la del año pasado. El Oviedo trata de abonar los sueldos más bajos e ir cumpliendo sus obligaciones con pagos fraccionados.
Pero las deudas actuales no son las únicas que preocupan para la estabilidad del club. El Oviedo sigue sin cumplir sus obligaciones con los organismos públicos. La última orden de embargo de la Agencia Tributaria a la que tuvo acceso LA NUEVA ESPAÑA y que fue emitida el pasado 13 de abril dice que debe 862.327 euros. La cantidad adeudada, al menos, no ha crecido desde enero. En los últimos cuatro meses, el club ha logrado rebajar su deuda con la Agencia Tributaria en 55.096 euros.
Sin aportación alguna del Principado de Asturias, con la enemistad del Ayuntamiento y con una campaña de socios que cada año mengua, parece imposible la sostenibilidad económica del Oviedo.
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